jueves, 20 de septiembre de 2007

Vida cristiana de Adolfo de Pool

El maestro Adolfo de Pool nació en Maracaibo el 17 de Enero de 1881 y muere el 16 de Abril de 1971 en la ciudad de Caracas a la edad de 90 años, con la serenidad de los buenos, entregando su alma al Creador, un ilustre hijo de Maracaibo digno de perpetua memoria.

Buscó su perfección en la fuente de las Gracias: Jesús Sacramentado y Jesús Doliente. Cofundador de la Adoración Perpetua al Santísimo Sacramento en el Convento de San Francisco de la Plaza Baralt, donde se mantuvo fiel a su hora de Adoración, los Domingos a las 7:00 de la mañana. Causaba devoción su actitud de creyente, su participación en las Plegarias y en los cánticos. Cuando en los últimos años de su larga vida no podía trasladarse al Templo, jamás dejó de hacer su hora apostólica desde la casa, creyendo firmemente que también desde allí le veía y escuchaba su amigo Jesús.

Su amor por Jesús en la Eucaristía le impulsó a fundar la hermosa obra de los Jueves Eucarísticos en los Templos de Santa Ana y Las Mercedes. Comulgaba frecuentemente y siempre los primeros Viernes del mes, tuvo el consuelo de recibir la Sagrada Comunión durante su enfermedad. La última vez que comulgó manifestó: “Gracias Señor, ya estoy listo para partir.”

Cultivó la devoción a Jesús Doliente cumpliendo a cabalidad con los estatutos de la Hermandad Franciscana de Jesús Nazareno, que tanto bien ha hecho a los hombres de Maracaibo, especialmente por medio de las tradicionales Misiones Cuaresmales del Convento. Su amor a la Santísima Virgen fue verdaderamente filial y lo manifestó con el rezo diario del Rosario en familia, que el dirigía. Perteneció a las archicofradías del Perpetuo Socorro, de la Consolación y Del Carmen, cuya devoción introdujo en el sector Tierra Negra de la Ciudad de Maracaibo, y muere precisamente con el Escapulario de la Virgen del Carmen y el Cordón de San Francisco.

Su amor por la Virgen de Chiquinquirá lo expreso de muy distintas maneras, siendo la mas conocida la composición mimada de la brillante música del Himno Gloria a Ti. Disfrutaba participando al lado del Padre Monseñor Villalobos en las peregrinaciones a Guanare, las cuales animaba con su voz y humor, buscando algún cochinito, arepas, jojotos, etc. Para los hambrientos peregrinos, detenidos días enteros junto a los crecidos ríos de la llanura.

No solo fue un gran rezador, demostró también su catolicismo con un intenso Apostolado. Recorrió los barrios de Maracaibo enseñando a chicos y mayores el catecismo, preparándolos para la Comunión. Invitaba incansablemente a los hombres a las Misiones del Convento, trabajó por la Santificación de los hogares y la subsiguiente legitimación de los hijos.

Jamás negó su colaboración altruista a los sacerdotes. Compuso numerosos cánticos para las Fiestas Patronales y otros eventos Litúrgicos.
Trabajando con el Ilustre Dr. Roberto Acevedo y al lado de los Legionarios de la Buena Prensa recavó fondos una y otra vez, de casa en casa para costear los estudios de sacerdocio en Roma de quien fuera ejemplar prelado en Maracaibo; el Padre Rogelio Larreal, humilde nativo de la Goajira.

Desde que se convirtió en Caballero de la Orden de San Ignacio, acudía acompañado del Dr. Adolfo Colina y otros cristianos prominentes de la época a visitar enfermos los Domingos en zonas de complicado acceso para llevar el consuelo de la Palabra de Dios, alimentos y medicinas a sectores tales como Santa Rosa, Punta de Palma y los Puertos de Altagracia para lo cual debían hacer recorridos en lanchas de remo por dos horas hasta las poblaciones más lejanas.

El Nacional de Caracas recoge la anécdota del barbero necesitado, que implora del artista le escriba una canción para presentarla a un concurso, que ciertamente ganó y con el premio, la cantidad necesaria para salir de la urgente necesidad.

Esposo fiel durante 60 años y padre ejemplar de 6 hijos: Carmen Dorotea quien muere a los 12 años víctima de tifo, Adolfo Tarcisio, Margarita Betilde, Francisco José, Cecilia María y Elvira del Consuelo, quien vive actualmente y bendice su memoria.

Su partida de este mundo fue serena, confiada, lógica secuencia de una vida correcta al ver sin angustias su próximo día final sobre la tierra; el mismo pidió que se le administrasen los últimos sacramentos que recibió con imponente solemnidad, conmovedor fervor y entera lucidez. Pidió a los suyos que ante todas las cosas buscaran la Gloria de Dios y su propia salvación con la frase: “no dejo bienes de fortuna, pero si les pido que sigan siempre el ejemplo que les he dado, encaminen su existencia por el verdadero camino de la Salvación que es Cristo y su evangelio”.

A la hora que murió Adolfo de Pool, sucedió que todos los perros de la cuadra y de las calles adyacentes a la calle 5-A, donde murió el compositor, aullaban dolorosamente y de manera prolongada.

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